Señor:
He decidido enamorarle. Si usted dices No, entonces le enviaré una carta a una dirección desconocida a dónde sólo podrá llegar si abro mi ventana.
Sigo aquí esperándole, levantada sobre espacios intangibles mientras habitas mi mirada y anima la fantasía de mi beso
Usted abrió mi corazón y el deseo bajo la incitación de una mano huidiza y ligeramente tibia.
Lo veo y trato de reconocer quién es, además de este hombre que sostiene el amor de tantas mujeres, también el mío, penitente en la espera del deseo, aun distante.
Le busco y lo percibo descalzo para que no sienta tú pisada, pero amaso tú sombra y beso en la costilla dónde Adán llevaba el secreto.
Le amo y no tiene la culpa: llegó cuando la miel se derramaba.
Le disculpo cada ausencia, cada llamada que no hizo, cada caricia que no dio y esos silencios de las tardes. Pero dejaré entreabierta la ventana del misterioso pasillo de mi alma.
No le pido nada, pero disfruto saber que puede usted entrar a mi humedad.
Por el día 25 del mes que se fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario