martes, 13 de septiembre de 2011

Penitente en la ventana


Señor:

He decidido enamorarle. Si  usted dices No, entonces le enviaré una carta a una dirección desconocida a dónde sólo  podrá llegar si abro mi ventana.
Sigo aquí esperándole, levantada sobre espacios intangibles mientras habitas mi mirada y anima la fantasía de mi beso
Usted abrió mi  corazón y el deseo bajo la incitación de una mano huidiza y ligeramente tibia.
Lo veo y trato de reconocer quién es, además de este hombre que sostiene el amor de tantas mujeres, también el mío, penitente en la espera del deseo, aun distante.
Le busco y lo percibo descalzo para que no sienta tú pisada, pero amaso tú sombra y  beso en la costilla dónde Adán llevaba el secreto.
Le amo y no tiene la culpa: llegó cuando la miel se derramaba.
Le disculpo cada ausencia, cada llamada que no hizo, cada caricia que no dio y esos silencios de las tardes. Pero dejaré entreabierta la ventana del misterioso pasillo de mi alma.
 No le pido nada, pero disfruto saber que puede usted entrar a mi humedad.

Por el día 25 del mes que se fue.

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